El diálogo, la participación no se alcanzan por decreto ni espontáneamente. Esto sugiere la necesidad de organizar este proceso sin restarle la espontaneidad y la riqueza creativa que imprime la práctica social. La planeación estratégica en comunicación puede ser una vía para lograrlo. Independientemente de los propósitos de una estrategia militar, social, comercial, comunicativa hay coincidencia en que se trata de planear acciones racionalmente interrelacionadas en busca de un objetivo a mediano o largo plazo. Se proyectan soluciones para ganar, para obtener la victoria. Siempre se planea estratégicamente por algo; siempre hay un motivo, una meta que alcanzar. Carlos Núñez (Núñez, 2000:103) advierte no confundir estrategia con plan de trabajo. En ese mismo sentido Morín (1999) indica: “El programa establece una secuencia de acciones que deben ser ejecutadas sin variación en un entorno estable; pero desde que haya modificación de las condiciones exteriores el programa se bloquea”. En un plan de trabajo las acciones no necesariamente están encaminadas a un mismo fin, aunque todas tributen al desarrollo de la institución donde están insertados agentes y actores. La estrategia es lo que nos permite diseñar un escenario de acción examinando las certezas y las incertidumbres de la situación, las probabilidades de éxito y todos aquellos factores que puedan entorpecerlo o impedirlo. Si como señala Carlos Núñez “para construir el futuro hay que soñarlo primero” planear estratégicamente será “el proceso que tiene que conducir en un sentido y con un rumbo la voluntad planificada del hombre hacia el logro de objetivos generales que permitan modificar la realidad de la cual partimos sin perder el rumbo, sin perder lo esencial de esos propósitos.” La complejidad del escenario comunitario y de las acciones que en él se desarrollan exige reflexionar en torno al planeamiento estratégico en comunicación y tendrá siempre un fuerte contenido educativo.